Todos sabemos que somos animales con un único cerebro… Ah, no, espera, parece que ese órgano que tan solo parece encargarse de tareas básicas como la digestión contiene neuronas en su interior. ¿Sabías que el estómago es el segundo cerebro? Si no tienes ni idea de por qué dicen eso, puede que necesites seguir leyendo.
¿Cómo funciona el sistema digestivo como segundo cerebro?
El sistema nervioso entérico está incrustado en la pared estomacal, y contiene alrededor de 500 millones de neuronas y nueve metros de largo encargados de hacernos sentir deseos de comer chocolate cuando estamos en una situación de estrés. Desde siempre se ha sabido que este sistema es el encargado de controlar la digestión, pero hoy en día se lo considera importante en nuestro bienestar físico y emocional.
Funciona de manera independiente o en conjunto con nuestro cerebro mediante el llamado nervio vago, y aunque nosotros no somos conscientes de sus “pensamientos”. ¿Cuáles son esos pensamientos? El sistema nervioso entérico nos ayuda a sentir las amenazas exteriores y actuar sobre ello.
Más allá de los puntos básicos necesarios por los que es importante el sistema nervioso entérico, seguramente alguna vez hayas notado cómo el mismo estómago expresa a la perfección lo que sientes. Miedo, emoción y estrés se sienten en el estómago, incluso las conocidas “mariposas” relacionadas al amor.
El sistema nervioso entérico
Mientras que en el cerebro y a lo largo de la médula las conexiones neuronales son claramente visibles, el sistema nervioso entérico está mucho más escondido en los intestinos, por lo que no fue descubierto hasta el siglo XIX.
Es parte del sistema nervioso autónomo, la red de nervios periféricos que controlan las funciones viscerales. Es el sistema nervioso original que emergió en los primeros vertebrados hace más de 500 millones de años y que se ha vuelto más complejo a medida que la evolución se llevó a cabo, dando lugar al cerebro en sí.
Es muy parecido al cerebro: tiene varios tipos de neuronas y las células gliales de apoyo, produce hormonas y neurotransmisores –incluso generan más dopamina y serotonina que el cerebro–.
La digestión es algo bastante complicado, por lo que tiene sentido que haya una red de nervios que controlen la mezcla de los alimentos, la coordinación de las contracciones musculares y mantener el ambiente bioquímico necesario para que las enzimas hagan su trabajo.
Además, necesita muchas neuronas ya que comer es algo tremendamente peligroso: está lleno de invasores peligrosos. Si se detecta algo peligroso, el sistema nervioso entérico provoca una diarrea o alerta al cerebro para provocar vómitos.
Los sentimientos y el estómago
Lógicamente, el sistema nervioso entérico no tiene emociones, pero sí puede influir en la formación de las mismas en el cerebro. Si bien los neurotransmisores producidos en el estómago no pueden entrar en el cerebro más que a pequeñas zonas que carecen de una barrera de sangre como el hipotálamo; sin embargo, las señales enviadas sí pueden influir.
Cuando sentimos “mariposas en el estómago” es porque la sangre se desvía hacia los músculos ya que se activa el mecanismo de lucha o huida. El sistema nervioso entérico hace que ante situaciones de estrés el estómago aumente la producción de grelina, una hormona que hace que sintamos más hambre pero reduce la ansiedad y la depresión. Esta a su vez estimula la liberación de dopamina en el cerebro.
El vínculo entre el estómago y el estado mental se debe a que gran cantidad sobre nuestro medio ambiente proviene del intestino. Sin el estómago no habría energía para sostenernos, por lo que el funcionamiento adecuado es tan necesario que el cerebro tiene que estar conectado al mismo.