domingo, 21 de julio de 2013

¿Qué ocurre con tu cuerpo durante las primeras 48 horas inmediatas a la muerte?


Los seres humanos han enterrado a sus muertos desde hace al menos 350 mil años: ya sea que seamos embalsamados –sustituyendo nuestros fluidos internos por preservativos– o cremados a temperaturas superiores a 1,000 grados Celsius, nuestros cuerpo tiene sólo un tiempo limitado después de que los signos vitales desaparecen, antes de desaparecer también él.

La muerte es la última parada en cada aventura humana: no importan nuestros méritos ni nuestras derrotas, pase lo que pase nuestro cuerpo entrará en un proceso biológico y natural en el cual la materia orgánica vuelve a aprovecharse por las bacterias que nos habitan, y en dado caso, por el medio ambiente que nos acoge. Por eso es interesante conocer algunos de los procesos que le ocurrirán a tu cuerpo cuando emprenda la última aventura.

Algor mortis

Los primeros minutos a partir de la muerte –cuando el corazón deja de latir– se caracterizan por una caída en la temperatura corporal de aproximadamente un grado cada hora hasta que el cuerpo se estabiliza a temperatura ambiente. Al ocurrir esto (el algor mortis), la sangre se vuelve más ácida y el dióxido de carbono aumenta, lo que hace que las células se abran, liberando enzimas hacia los tejidos, las cuales comienzan a digerirse a sí mismas.

Livor mortis

La gravedad influye en el cuerpo y el comportamiento de la sangre que va muriendo. A pesar de que la piel adopte un tono blanco-cadavérico, las células rojas de la sangre comienzan a concentrarse en las zonas del cuerpo más cercanas al suelo. La circulación se detuvo, por lo que el cuerpo comienza a presentar pequeñas marcas púrpuras que se conocen como livor mortis, y a través de las cuales los médicos pueden saber exactamente la hora en que el cuerpo falleció.

Rigor mortis

El endurecimiento del cuerpo se produce porque los yacimientos de calcio en las membranas de nuestros músculos desbordan las células, provocando que los músculos se contraigan y endurezcan. Este proceso comienza aproximadamente tres o cuatro horas después de la muerte, llega a su máximo a las 12 horas y se disipa a las 48 horas.

Putrescina y cadaverina 

Cuando las enzimas del páncreas hacen que este órgano comience a digerirse a sí mismo, los 100 mil billones de bacterias que han pasado sus vidas en nuestros intestinos se dan un festín. El cuerpo se va comiendo a sí mismo de adentro hacia afuera, y a medida que las bacterias comen, secretan putrescina y cadaverina, compuestos que le dan a los cuerpos muertos su olor característico.

¿Cuerpos de cera?

Si un cuerpo muerto entra en contacto con el suelo frío o el agua, podría desarrollar adipocira, conocida también como “grasa de cadáver”, un material parecido a la cera que se forma cuando las bacterias rompen el tejido blando. La adipocira es un preservador natural de los órganos internos, y puede hacer creer a los investigadores forenses o a los médicos que los cuerpos llevan muertos menos tiempo del que en realidad es.

El regreso a la tierra y la disolución de la conciencia pueden ser vistos también como procesos fascinantes en los que nuestros cuerpos cumplirán nuevos ciclos y tareas para seguir transformando la materia en el universo: conocerlos nos hace admirar más la forma en que la vida se recicla a sí misma sin desperdiciar nada.